Parqueadero frente al bloque 16.
lunes, 15 de agosto de 2011
Cámaras en la Universidad de Antioquia
Parqueadero frente al bloque 16.
lunes, 8 de agosto de 2011
Todos pagamos
Las travesuras del Tea Party han tocado su límite el día de hoy. Más allá de cuán terrible sea el capitalismo como sistema económico y social, y de la evidente necesidad de revaluar el sistema, el ‘partido del té’ evidenció su desinterés por el bienestar de las mayorías, no sólo de Estados Unidos, sino del mundo entero.
Al obstaculizar las negociaciones entre demócratas y republicanos –a quienes dominaron a su gusto- para subir el techo de la deuda de Estados Unidos, el ala radical obligó a Barack Obama a reducir el gasto en asistencia médica para las minorías, mientras que el gasto en defensa y los impuestos para los más ricos no fueron alterados en lo más mínimo.
Esa ala, conformada por una minoría blanca, anglosajona y protestante (sí, los mismísimos WASP) no le ha perdonado a Obama llegar a la presidencia siendo negro. Lo señalan como responsable de no levantar la economía estadounidense, cuando un presidente suyo la expuso a la peor debacle al desregular la banca privada; lo ven como incapaz de devolver las tropas a casa cuando un presidente suyo fue quien las envió a lo más profundo de Persia y Afganistán. Es más, lo consideran responsable de la crisis como resultado de la que llaman ‘falta de liderazgo’ para reactivar la economía. Eso me lleva a preguntarme ¿pudieron inventarse un argumento más forzado? ¿Cómo se mide el liderazgo de un opositor?
Pero, separándonos de la discusión sobre su odio hacia Obama, el Tea Party ha expuesto al mundo a pagar los desmanes de una política fiscal diseñada para engordar los bolsillos de los que más tienen. No sobra recordar que buena parte de los ingresos del movimiento derechista vienen de los grandes conglomerados económicos, y que su crecimiento se da a partir del impulso que le dio Murdoch a través de la incendiaria Fox News. Y nos ha expuesto porque dicha política fiscal expone a la economía más grande del planeta a estas drásticas caídas cada cuanto, con lo que podrían llevarse por delante el resto de los países, no sólo a las economías tropicales como la colombiana, sino a las europeas y asiáticas también.
Es que al desregular a los más ricos, llevan a Estados Unidos a endeudarse hasta el tuétano, olvidando con su demagogia derechista que sin que los más ricos tributen, exponen a todo el aparato estatal al colapso.
Esto no importa para ellos, toda vez que su fe es el capitalismo y el darwinismo social. La filosofía de los republicanos –acervada por el movimiento de marras- lleva a pensar que si hay pobres es porque Dios, su Dios, así lo quiso y que los pobres siguen siéndolo porque son perezosos a los que les conviene su condición de miseria porque así, sin trabajar, igual serían sostenidos por el Estado. Entonces, si el Estado se hace más grande es porque hay intereses oscuros por sostener a una manada de vagos que no han podido evolucionar, tal y como lo señalan los cánones de la evolución social.
Falta ver qué pasará cuando se tenga que debatir nuevamente el techo de la deuda y nos expongan a una caída en cadena de la economía global. Por el momento, cunde el pánico por cuenta de la reducción en la calificación de la deuda de Estados Unidos por parte de la cuestionada Standard & Poor’s.
La educación en América Latina, de cara a las oportunidades
Para dar un salto cualitativo en la tarea de eliminar la brecha de ingresos que los separa de las economías desarrolladas, los países latinoamericanos no tienen que limitarse a cumplir con los requisitos básicos de estabilidad, apertura, competencia e instituciones, sino ir más allá y dedicarse de lleno a la innovación tecnológica, la educación y la capacitación de la fuerza laboral.
Vittorio Corbo y Andrea Tokman.
La carrera por el desarrollo de la economía latinoamericana exige de compromisos sociales que trasciendan el interés por hacer crecer las cifras a fin de año. Así, más que mostrar cifras de un PIB creciente, deben implementarse medidas que permitan un acceso masificado a la educación superior de para que los ciudadanos –que no sólo obreros o consumidores sino también actores políticos de la sociedad- puedan integrarse a l mercado laborar suficientemente entrenados.
¿Por qué asegurar el ingreso de los jóvenes a la educación superior en Latinoamérica? Es simple: porque la educación se convierte en el vehículo con el que se modernizan las economías, toda vez que asegurarle el ingreso a una universidad o politécnico a un joven se convierte en garantía de su futuro ascenso a la clase media.
En este sentido, las inversiones de los Estados no tienen que ser inmediatistas, movidas por los afanes del momento, sino con la perspectiva de mejorar la calidad de vida. Por ello, la muy conocida pretensión de estimular de manera indirecta a los bancos al señalar que deben ser los estudiantes y sus familias quienes costeen los estudios e hipotequen sus futuros por pagar onerosos compromisos con los organismos de crédito comercial, no es otra cosa más que impedir que quienes pueden acceder a mejor formación la obtengan.
Además, esperar que las deudas de la educación de los más jóvenes tengan que ser asumidas por los trabajadores jóvenes implica ponerle un freno a la economía con el fin de hipotecar a los nuevos trabajadores para el beneficio de los bancos.
El Estado debe intervenir, no a favor de los intereses del capital, sino a favor de quienes no tienen acceso a la educación con recursos propios. Y no es demagogia. Se trata de redistribución de la riqueza; así sea intelectual.